La ciencia y los sueños lúcidos

Hasta la década de los 70's, hablar de los sueños lúcidos era un asunto relegado solo a cerrados círculos esotéricos y tradiciones contemplativas, en donde ni siquiera a los devotos novatos se les hablaba abiertamente sobre el tema; era una práctica solo para verdaderos iniciados.

La primera vez que se abordó el tema de manera científica, fue para 1968, en el libre "Lucid dreams", escrito por Celia Green. En el texto se analizó la experiencia de sujetos experimentales como de la literatura, y se pudo concluir que la lucidez onírica era una experiencia válida, diferente a la de un sueño ordinario. Además especuló sobre una serie de asuntos que resultarían ser ciertos, como por ejemplo la asociación del fenómeno con la fase REM del sueño.

Aún la ciencia no reconocía el fenómeno como válido o digno de estudio; se pensaba que los sueños lúcidos no eran más que alucinaciones producidas por relajación en la vigilia. No se podía aceptar la formula conciencia + sueño, o era lo uno, o lo otro, pero no todo a la vez.

Solo durante la década de los 70's, surgieron evidencias a favor del fenómeno, cuando los investigadores como parapsicólogo Keith Hearne utilizaron el hecho de que los músculos de los ojos continúan activos durante el sueño REM (a diferencia del resto del cuerpo, que en condiciones de sueño normal queda paralizado), para realizar pruebas con soñadores lúcidos en donde les pedían que replicaran un determinado patrón de movimiento de ojos durante la experiencia onírica. Luego se verificaba el patrón con lo acordado, junto con los demás datos biológicos registrados del voluntario, para así comprobar que efectivamente se encontraba soñando mientras daba las señales.

Además estos movimientos "pre-acordados" servían, y aún sirven, para investigar que es exactamente lo que ocurre en el cerebro del soñador justo en el momento en que el sueño se torna "lúcido". De todas maneras, durante esa época los resultados de los experimentos no fueron ampliamente distribuidos ni reconocidos.

Solo durante los años 80, se estableció consenso científico sobre la validez del fenómeno, cuando Stephen Laberge, de la Universidad de Stanford, llevo a cabo sus experimentos en laboratorios del sueño, como parte de su disertación de doctorado. LaBerge continua sus experimentos en la actualidad en aquella Universidad, y se han refinado ampliamente los métodos para establecer y catalogar adecuadamente el fenómeno.

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